martes, 18 de marzo de 2008

SITUACIONES EMBARAZOSAS (Tragame tierra!)



Hace unos añitos me había mudado a un país europeo donde tenía un proyecto de trabajo nuevo. Había cogido un piso de alquiler en una planta baja que contaba con un jardincito muy mono pero que atraía todo la basura del barrio en un día ventoso. El casero de la casa resultó ser una casera y la primera vez que la ví me llamó la atención porque siempre venía escoltada por un chico y una chica muy jóvenes. La casera, una señora a la que yo calculaba unos cincuenta años, entraba siempre en casa con muchos bríos, seguida a dos pasos de distancia por los dos chavales como si fueran sus dos lacayos. Las visitas de la casera eran muy habituales. El piso era uno de esos pisos IKEA donde todo se deshace con solo tocarlo y todas las reparaciones que se habían hecho a largo de los tiempos eran del tipo ‘haz parecer que se ha arreglado’. Así que, un día sí y otro también, la casera se presentaba en casa secundada con sus dos curritos. Al principio no tuve la menor duda de que aquella chica y aquel chico eran dos asalariados que se encargaban de ‘reparar’, o maquillar más bien, los continuos desperfectos de mi casa. La casera se plantaba en el centro del salón y agitando los brazos como un molinillo lanzaba órdenes en todas las direcciones que los dos chicos acataban sin rechistar agachando las orejas.

Un buen día los vientos otoñales hicieron estragos en los árboles de los vecinos y como era habitual, toda las ramas desprendidas y toneladas de hojarasca y basura, fueron a parar al patio de mi casa destrozando un juego de mesa y sillas de jardín. La casera como siempre entró en la casa como un torbellino, seguida con mucha dificultad por los dos chavales. La casera se detuvo en el umbral de la puerta de la terraza, y con los brazos en jarra, escupió a velocidad de vértigo un numero de órdenes e instrucciones tan elevado que me hicieron sentir compasión por aquellos dos chavales. La casera se giró y me comentó que tenía una serie de obligaciones que atender con carácter urgente en otro punto de la ciudad pero que no me preocupara porque los ‘‘chicos’’ se iban a encargar de todo. Justo en el momento en que la casera iba a desaparecer escaleras abajo, la chica se revolvió y gritando dijo:

‘Mamá , no te olvides de ir al banco’

La casera, elevada ahora a la categoría de madre, se volvió, asintió y salió por la puerta de casa. La nueva revelación me sorprendió notablemente y durante unos instantes me pregunté que podrían haber hecho esos dos chavales para que su madre les sometiera a aquel régimen esclavista.

Los dos hijos trabajaron sin descanso y con mucha rapidez. Barrieron la terraza y después de sacar todas las bolsas de basura al contenedor, el chico se acercó a mí y dándome una palmadita en la espalda me dijo:

‘Bueno, esto ya está. Ya sabes que me puedes llamar si tienes algún otro problema. ¿Tienes mi número?’

‘No. Pero bueno, tengo el de tu madre’ Por un instante el tiempo se congeló y una lámina sólida de tensión pareció interponerse entre los dos. Me miró fijamente y arqueando una de las cejas en señal de resignación dijo:

‘Mi mujer. Es mi mujer’


Saludos veloces


elsupersonico




2 comentarios:

La Princesa Tontina dijo...

O.o Su mujer???? Vaya... que chasco... mi teoría era que, o bien era también hijo de casera, o bien era el novio de la hija de la casera. En todo caso es una anécdota bastante divertida, y aun más de la forma en la que la cuentas.

Un besazo.

Javier dijo...

Pues si, era su mujer. No veas la cara de tonto que se me quedo. No sabia donde meterme. Lo mejor fue su cara de resignacion y la poca sorpresa que le ocasiono mi error. Se ve que no era la primera vez que alguien cometia el mismo error que yo.

Saludos veloces