La decisión del 47% de los votantes italianos de votar a Berlusconi en las recientes elecciones generales en el país trasalpino debería de ser analizada desde un punto de vista sociológico y no político. Después de la victoria de Berlusconi es difícil sacar conclusiones sobre las tendencias ideológicas de la sociedad italiana porque lo contrario implicaría admitir que los ciudadanos italianos han votado con conciencia política a un candidato cuya carta de presentación es ser el dueño de un imperio mediático en su país, manipular la información, ser el máximo accionista de un equipo de fútbol, haber estado imputado en los tribunales por innumerables causas , relacionado con la mafia, acusado de corrupción…, y costaría atribuir la elección de Berlusconi como presidente a un razonamiento político del electorado. Eso sería preocupante que ocurriera en la Europa democrática más moderna y podría resucitar viejos fantasmas. Por eso me niego a creer que las razones de los ciudadanos sean de carácter político. No puede ser. Las razones tienen que responder a otros criterios para que el pueblo haya obviado las terribles credenciales de Berlusconi y le haya situado en el poder. Estoy convencido que un estudio sociológico nos revelaría el profundo desencanto de la población italiana con los políticos y un gran desinterés por los debates ideológicos, que sería suplido de una forma muy efectiva por una atractiva imagen de un hombre de éxito, un discurso tabernero y demagógico y por un mensaje populista. En cualquier caso, Italia tiene lo que se merece; tiene lo que ha votado
Son situaciones como ésta, en un país muy similar en todos los estamentos al nuestro, las que nos permiten establecer similitudes con la sociedad española y aunque siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas, me atrevería a asegurar que en España los ciudadanos no perdonarían en las urnas a un candidato, independientemente de su ideología, con un historial ni siquiera cercano al del nuevo presidente italiano. Por mucho que nos empeñemos en pensar lo contrario, en España no estamos tan mal.
Saludos veloces
Elsupersonico